03 abril 2009

Diego Velázquez - Grandes Pintores

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (Sevilla, 6 de junio de 1599 – Madrid, 6 de agosto de 1660) conocido como Diego Velázquez, fue un pintor barroco, considerado uno de los máximos exponentes de la pintura española y figura indiscutible de la pintura internacional.

Paso sus primeros años en Sevilla donde desarrolló un estilo naturista y caravaggista. A los 24 años fue nombrado pintor del rey y 4 años después fue ascendido a pintor de cámara, el cargo más importante entre los pintores del rey. A esta labor dedicó el resto de su vida. Su trabajo consistía en pintar retratos del rey, de su familia, así como otros cuadros para decorar las mansiones reales. Su estilo evolucionó hacia una pintura de gran luminosidad con pinceladas rápidas y sueltas. En esta evolución tuvo mucho que ver el estudio de la colección real de pintura y su primer viaje a Italia donde estudió tanto la pintura antigua como la contemporánea. En su madurez, a partir de 1631, pintó grandes obras como la rendición de Breda. En su última década su estilo se volvió más esquemático y abocetado alcanzando un dominio extraordinario de la luz. Este periodo se inauguró con el retrato del papa Inocencio X, pintado en su segundo viaje a Italia y a el pertenecen sus dos últimas obras maestras: las meninas y las hilanderas.

Su catálogo consta de 120-125 obras. El reconocimiento como pintor universal se produjo tardíamente hacia 1850. Alcanzó su máxima fama entre 1880 y 1920, coincidiendo con los pintores impresionistas franceses para los que fue un referente. Manet se sintió maravillado con su pintura y lo calificó como pintor de pintores y el más grande pintor que jamás ha existido.

1618-Vieja friendo huevos

Velázquez nació en Sevilla y fue bautizado el 6 de junio de 1599 en la Iglesia de San Pedro. Fue el mayor de siete hermanos. Su padre era Joao Rodríguez de Silva de origen portugués, sus abuelos paternos se habían establecido en la ciudad procedentes de Oporto. Su madre, Jerónima Velázquez, era de ascendencia sevillana. La familia figuraba entre la pequeña hidalguía de la ciudad. Adoptó el apellido de su madre según la costumbre portuguesa, también habitual en Andalucía.
La Sevilla en que se formó el pintor era la ciudad más rica y poblada de España, así como la más cosmopolita y abierta del imperio. Disponía del monopolio del comercio con América y tenía una importante colonia de comerciantes flamencos e italianos. También era una sede eclesiástica de gran importancia y disponía de grandes pintores.

1619-Peasants at Table

Su talento afloró a edad muy temprana. Recién cumplidos los diez años comenzó su formación en el taller de Francisco de Herrera el Viejo, pintor prestigioso en la Sevilla del siglo XVII. Herrera tenía muy mal carácter y el joven alumno no pudo soportarlo, así que unos meses después, en 1610, cambió de maestro y formalizó contrato de aprendizaje con Francisco Pacheco con el que permaneció seis años.
En el taller de Pacheco, Velázquez adquirió su primera formación técnica y sus ideas estéticas. El contrato de aprendizaje fijaba condiciones de servidumbre: el joven aprendiz debía moler los colores, calentar las colas, decantar los barnices, tensar los lienzos, armar bastidores, así como otras obligaciones.
Pacheco (1564-1644) era un hombre de amplia cultura, autor de un importante tratado El arte de la pintura. Como pintor era bastante limitado, fiel seguidor de los modelos de Rafael y Miguel Ángel, interpretados de forma dura y seca. Sin embargo como dibujante realizó excelentes retratos a lápiz. Aún así, supo dirigir a su discípulo y no limitar sus capacidades. Pacheco es más conocido por sus escritos y por ser el maestro de Velázquez que como pintor. En su importante tratado, publicado póstumamente en 1649 e imprescindible para conocer la vida artística española de entonces, se muestra fiel a la tradición idealista del anterior siglo XVI y poco proclive a los progresos de la pintura naturista flamenca e italiana. Tenía un gran prestigio entre el clero y era muy influyente en los círculos literarios sevillanos que reunía a la nobleza local.

1620-El aguador de Sevilla

Justi, el primer gran especialista sobre el pintor, señaló que se conviene en considerar que en el breve tiempo que pasó con Herrera debió transmitirle el impulso inicial que le dio grandeza y singularidad. Le debió enseñar la libertad de mano, aunque la ejecución libre era ya un rasgo conocido en su tiempo y anteriormente se había encontrado en El Greco, Velázquez no la alcanzaría hasta años más tarde en Madrid. Posiblemente su primer maestro le sirviese de ejemplo en la búsqueda de su propio estilo. Las analogías que se encuentran entre los dos son solo de carácter general. En sus primeras obras de Diego se encuentra un dibujo estricto atento a percibir la exactitud de la realidad del modelo, de plástica severa, totalmente opuesto a los contornos sueltos de la tumultuosa fantasía de las figuras de Herrera. Continuó con un maestro totalmente diferente, así como Herrera era un pintor nato muy temperamental, Pacheco era culto pero poco pintor que lo que más valoraba era la ortodoxia. Justi concluye al comparar los cuadros de Pacheco y Velázquez que poca influencia artística ejerció en su discípulo.

1620-Francisco Pacheco

Terminado el periodo de aprendizaje, en 1617, aprobó el examen ante el gremio de pintores de Sevilla. Recibió licencia para ejercer como maestro de imaginería y al óleo pudiendo practicar su arte en todo el reino, tener tienda pública y contratar aprendices. No se sabe si abrió taller. Antes de cumplir los 20 años, en abril de 1618, se casó con la hija de Pacheco y luego nacieron en esta ciudad las dos hijas del pintor.
En estos primeros años desarrolló una extraordinaria maestría dominando el natural, conseguiendo la representación del relieve y de las calidades, mediante los nuevos metodos del claroscuro, influido principalmente por el naturalismo de Caravaggio. En sus cuadros aparece una fuerte luz dirigida que acentúa los volumenes y objetos sencillos aparecen destacados en primer plano. El cuadro de género o bodegón, de procedencia flamenca, con su representación de objetos cotidianos y tipos vulgares, le sirvió para desarrolar estos aspectos. También la producción del pintor en este tiempo se vuelca en los encargos religiosos como la Inmaculada Concepción de la National Gallery de Londres y la Cena en Emaús del Metropolitan Museum de Nueva York. Esa forma de interpretar el natural le permitió llegar al fondo de los personajes, demostrando tempranamente una gran capacidad para el retrato transmitiendo la fuerza interior y temperamento de los retratados. Como el retrato de sor Jerónima de la Fuente de 1620, del que se conocen dos ejemplares de gran intensidad, donde transmite la energía de esa monja que con 70 años parte de Sevilla para fundar un convento en Filipinas.

1620-La mulata

Se consideran obras maestras de esta época la Vieja friendo huevos de 1618 y El aguador de Sevilla realizada en 1620. En la Vieja friendo huevos demuestra su maestría en la fila de objetos de primera fila mediante una luz fuerte e intensa que destaca superficies y texturas. El aguador de Sevilla, cuadro que llevó a Madrid y regaló a Juan Fonseca quien le ayudó a posicionarse en la corte, tiene excelentes efectos: el gran jarro de barro capta la luz en sus estrías horizontales mientras pequeñas gotas de agua transparentes resbalan por su superficie. Sus obras, en especial sus bodegones, tuvieron gran influencia en los pintores sevillanos contemporaneos, existiendo gran cantidad de copias e imitaciones de sus bodegones. De las veinte obras que se conservan de este periodo, nueve se pueden considerar bodegones.
Se ha debatido ampliamente la inspiración de estas obras tan distintas a lo que se hacía en Sevilla. Para Brown la originalidad de estas pinturas permite formular la hipótesis que el autor conocía de alguna manera el arte que se estaba realizando en España y en Europa.

1622-Luis de Góngora y Argote

En 1621 muere en Madrid Felipe III y el nuevo monarca Felipe IV favorece a un noble de familia sevillana Gaspar de Guzman, luego conde duque de Olivares, que se convierte en poco tiempo en el todopoderoso válido del rey. Olivares abogó por que la corte estuviera integrada mayoritariamente por andaluces. Pacheco debió entenderlo como una gran oportunidad para su yerno procurandose los contactos oportunos para que Velázquez fuese presentado en la corte. Su primer viaje a Madrid tuvo lugar en al primavera de 1622. Velázquez debió ser presentado a Olivares por Juan de Fonseca o por Francisco de Rioja, pero según relata Pacheco no se pudo retratar al rey aunque se procuró. El pintor volvió a Sevilla.
Gracias a Fonseca pudo visitar las colecciones reales de pintura, de enorme calidad, donde Carlos I y Felipe II habían reunido cuadros de Tiziano, Veronés, Tintoretto y los Bassano. Según Julián Gállego entonces debió comprender la limitación artística de Sevilla y que además de la imitación de la naturaleza existía una poesía en la pintura y una belleza en la entonación. El estudio posterior de la colección real, especialmente los tizianos, tuvo una decisiva influencia en la evolución estilística del pintor que pasó del naturalismo austero de su época sevillana y de las severas gamas terrosas a la luminosidad de los grises plata y azules transparentes en su madurez.

1623-Autorretrato

Año y medio después de su primer viaje a Madrid, en el verano de 1623, los amigos de Pacheco, principalmente Juan de Fonseca, que era capellán real y había sido canónigo de Sevilla, consiguieron que el conde duque llamase a Velázquez para retratar al rey. Así lo relató Pacheco: llamado a Madrid se hospedó en casa de don Juan e hizo su retrato. Llevaronlo a palacio aquella noche y en una hora lo vieron todos los de palacio, los infantes y el rey. Ordenose que retratase al infante, pero pareció más conveniente hacer primero el de su Majestad, aunque no pudo ser tan presto por grandes ocupaciones; se hizo el 30 de agosto a gusto de su Majestad y de los infantes y del conde duque, que afirmó no haber retratado al rey hasta entonces... Realizó también un boceto del Principe de Gales, que se encontraba en aquellos días en Madrid, que le dio cien escudos.
En octubre de 1623 se ordenó a Velázquez que trasladará su casa a Madrid y fue nombrado pintor del rey con un sueldo de veinte ducados al mes, ocupando la vacante de Rodrigo de Villandrando que había fallecido el año anterior.
Su primer retrato ecuestre del rey, fue expuesto junto al celebre Carlos V a caballo en Mühlberg de Tiziano en la calle Mayor en la visita del cardenal Barberini en 1626.

1627-Conde-Duque de Olivares

La rápida ascensión de Velázquez provocó el resentimiento de los pintores más veteranos, como Vicente Carducho y Eugenio Pajés que lo acusaban de ser solo capaz de pintar cabezas. Según escribió Jusepe Martínez , esto provocó la realización de un concurso en 1627 entre Velázquez y los otros tres pintores reales: Carducho, Cajés y Alejandro Nardi. El ganador sería elegido para pintar el lienzo principal del Salón Grande del Alcázar. El motivo del cuadro era la expulsión de los moriscos de España. El jurado entre los bocetos presentados declaró vencedor a Velázquez. El cuadro fue colgado en el Alcázar y perdido posteriormente en el incendio del mismo. Este concurso contribuyó al cambio del gusto de la corte, abandonando el viejo estilo de pintura y aceptando la nueva pintura.
En 1628 había sido ya ascendido a pintor de cámara, el cargo más importante entre los pintores de la corte. El trabajo principal de Velázquez consistía en realizar retratos de la familia real, por ello estos representan la mayor parte de su producción. Otro trabajo era pintar cuadros para decorar los palacios reales. Podía aceptar también encargos particulares, pero desde que se trasladó a Madrid, solo aceptó encargos de los miembros más influyentes de la corte. Se sabe que pintó varios retratos del rey y del conde duque, muchos de los cuales se perdieron en el incendio del Alcázar de 1734.

1629-Los Borrachos

Entre las obras conservadas de este periodo destaca especialmente Los borrachos, su primera composición mitológica, representando la antigüedad clásica de forma vigorosa y cotidiana como una reunión de campesinos de su tiempo reunidos alegremente para beber, donde todavía persisten algunos modos sevillanos. Entre los retratos de la familia real destaca el infante Don Carlos, y de los retratos no pertenecientes a la familia real sobresalen el geografo del Museo de Bellas Artes de Ruan y el Retrato de hombre joven de la Alte Pinakothek de Múnich.
En 1628 Rubens llegó a Madrid para realizar gestiones diplomáticas y aprovechó pintando del orden de diez retratos de la familia real. También estudió la colección real de pintura copiando a Tiziano. Permaneció en la ciudad casi un año. Velázquez lo acompañó al monasterio de El Escorial. Debió ser una gran experiencia para Velázquez conocer a este gan pintor que se encontraba en su apogeo creativo y seguramente le ayudó a comprender que precisaba para completar su formación. Al compararse los retratos de Felipe IV de ambos pintores, Rubens pintó al rey de forma alegórica, mientras Velázquez lo continuó representando como la esencia del poder. Picasso lo analizó así: el Felipe IV de Velázquez es persona distinta del Felipe IV de Rubens.

1630-Doña Maria de Austria, reina de Hungía

Después de la marcha de Rubens y seguramente influido por él, Velázquez solicitó licencia al rey para viajar a Italia a completar sus estudios. El 22 de julio de 1629 le concedieron para el viaje dos años de salario, 480 ducados, y además disponía de otros 400 ducados por el pago de varios cuadros. Velazquez viajó con un criado y llevaba cartas de recomendación para las autoridades de los lugares que quería visitar.
Este viaje a Italia representó un cambio decisivo en su pintura. En los dieciocho meses que estuvo en Italia su estilo se transformó radicalmente. Desde el siglo anterior los artistas de toda Europa viajaban a Italia para conocer el centro admirado por todos de la pintura europea. Además Velázquez era el pintor del rey de España y por ello se le abrieron todas las puertas pudiendo contemplar obras que solo estaban al alcance de los más privilegiados.
Partió del Puerto de Barcelona en la nave de Spinola, general genovés al servicio del rey español que volvía a su tierra. Primero se dirigió a Venecia donde el embajador español le gestionó visitas a las principales colecciones artísticas de los distintos palacios. Según Palomino copió obras de Tintoretto. Como la situación era delicada en Venecia permaneció en ella poco tiempo y partió hacia Ferrara, donde se encontraría con la pintura de Giorgione, desconociendose el efecto que le produjo la obra de este gran innovador.

1630-El geógrafo

Después estuvo en Cento interesado en conocer la obra de Guercino que pintaba sus cuadros con una iluminación muy blanca, sus figuras religiosas eran tratadas como personajes corrientes y era un gran paisajista. Para Julian Gallego la obra de Guercino fue la que más ayudó a Velázquez a encontrar su estilo personal.
En Roma el cardenal Francesco Barberini le facilitó la entrada a las estancias vaticanas, en las que dedicó muchos días a la copia de los frescos de Míguel Angel y Rafael. Después se trasladó a Villa medicis en las afueras de Roma, donde copió su colección de escultura clásica y realizó paisajes del natural. No solo estudió los maestro antiguos. En aquel momento se encontraban activos en Roma los grandes pintores del barroco, Pietro da Cortona, Andrea Sachi, Nicolás Pousin, Claudio Lorena y Gianlorenzo Bernini. No hay testimonio directo de que Velázquez contactase con ellos, pero existen importantes indicios de que conoció de primera mano las novedades del mundo artístico romano.
La asimilación del arte italiano en el estilo de Velázquez se comprueba en los lienzos del periodo la fragua de Vulcano y la túnica de José que fueron pintados por iniciativa propia sin encargo de por medio. En la fragua de Vulcano, aunque persisten elementos del periodo sevillano, es una ruptura importante con su pintura anterior. En el tratamiento espacial se aprecian cambios: la transición hacia el fondo es suave y el intervalo entre figuras está muy medido. En las pinceladas, antes eran capas de pintura ópaca, ahora la imprimación es muy ligera, la pincelada es fluida y los toques de luz producen sorprendentes efectos entre las zonas iluminadas y las sombras. Así lo describió el pintor contemporaneo Jusepe Martínez: "vino muy mejorado en cuanto a perspectiva y arquitectura se refiere".
Permaneció en Roma hasta el otoño de 1630 y regresó a Madrid pasando por Napolés a principios de 1631. Allí conoció a Ribera que se encontraba en su plenitud pictórica.

1630-La Fragua de Vulcano

En 1631, en su regreso a España, recibe el encargo de retratar al príncipe Baltasar Carlos, que había nacido durante su estancia en el extranjero. Quizás sea este encargo el que haga al mundo artístico ver el cambio que había experimentado la pintura de Velázquez, que ya no es tenebrista, ni influida como anteriormente: se iluminan los ambientes, se llenan de modernidad las figuras y las escenas, y la libertad artística se hace más patente que nunca. El color se aviva, renace y surge intenso.
Algunas obras de esta etapa son los numerosos retratos ecuestres para el Palacio del Buen Retiro, así como otra de sus obras cumbres, Las lanzas (o La rendición de Breda) (1635). Para la Torre de Parada efectuó retratos de caza, como el del infante Fernando o el del príncipe Baltasar Carlos. También encontramos otros retratos de esta etapa como el de Felipe IV, en castaño y plata, o el de Isabel de Francia, la reina consorte. En 1633 se casa la hija de Velázquez, de nombre Francisca, con Juan Bautista Martínez del Mazo, pintor también. Un año después, su suegro le cedería su puesto de ujier de cámara, para asegurar el futuro económico de su hija. Velázquez ocupará durante nueve años, tras su cesión, el puesto de Ayudante de Cámara, que supone los favores reales, dado que se convierte en una de las personas más próximas al monarca. Por otra parte, tras este nombramiento, se suceden una serie de desgracias en la corte y en las proximidades del monarca: caída del poder del valido del rey, el Conde-Duque de Olivares (que había sido protector suyo), la muerte de la reina Isabel en 1644, la muerte de su suegro y maestro Francisco Pacheco, el 27 de noviembre de ese mismo año, y la defunción del príncipe Baltasar Carlos, a los 17 años de edad.

1632-Felipe IV

En su segundo viaje a Italia fue con el encargo de comprar cuadros antiguos y realizar vaciados de esculturas para decorar estancias reales. En España había alcanzado ya el máximo de su fama. Partió en enero de 1649 y no regresó hasta mediados de 1651. No pintó ningún cuadro grande y no parece que recibiera ya influencias. Pintó muchos retratos.
Otra vez realiza un recorrido por los principales estados italianos, aunque en dos etapas: la primera, que llega hasta Venecia, donde adquiere obras de Veronés y Tintoretto para el monarca español; y la segunda, que llega hasta Roma, tras pasar por Nápoles, donde se reencuentra con Ribera. En Roma retrata al pontífice Inocencio X, obra en la que, utilizando como medio el contraste de luces, consigue llenar de expresividad todo el cuadro. Hay teorías que adjudican la famosa Venus del Espejo a esta etapa en Italia. Ciertos autores creen que es el retrato de su amante, y madre de un hijo ilegítimo del pintor. El tema de la Venus ya había sido tratado en multitud de versiones por dos de los maestros que más influencia tuvieron en la pintura velazqueña: Tiziano y Rubens. La Venus de Velázquez aporta al género una nueva variante: la diosa se encuentra de espaldas y muestra su rostro al espectador en un espejo.

1634-Pablo de Valladolid, el cómico

De vuelta a Madrid sus cargos administrativos le absorbieron cada vez más. Felipe IV lo nombró Aposentador Real, cargo que le quitó gran cantidad de tiempo para desarrollar su labor pictórica.
La llegada de la nueva reina, Mariana de Austria, motivó la realización de varios retratos. También la infanta casadera Maria Teresa fue retratada en varias ocasiones pues debía enviarse su imagen a los posibles esposos. Los nuevos infantes, nacidos de Mariana, también originaron varios retratos, sobretodo Margarita, nacida en 1651.
En el final de su vida pintó sus dos composiciones más grandes y complejas, sus obras magistrales La fábula de Aracné (1658), conocida popularmente como Las Hilanderas, y el más celebrado y famoso de todos sus cuadros La familia de Felipe IV o Las Meninas (1656). En ellos vemos su estilo último donde parece representar la escena mediante una visión fugaz. Empleó pinceladas atrevidas que de cerca parecen inconexas pero contempladas a distancia adquieren todo su sentido, anticipándose a la pintura de Manet y a los impresionistas del siglo XIX en los que tanto influyó su estilo. Las interpretaciones de estas dos obras han originado multidud de estudios y son consideradas dos obras maestras de la pintura europea.
El último encargo que recibió del rey fue pintar cuatro pinturas mitológicas para el Salón de los Espejos, donde se colocaron junto a obras de Tiziano, Tintoretto, Veronés y Rubens, los pintores preferidos de Felipe IV. Solo se ha conservado Mercurio y Argos , el resto se perdieron en el incendio del Alcázar en 1734.

1635-Felipe IV ecuestre

Deseaba alcanzar la nobleza y por ello fue propuesto para la Orden de Santiago en 1658. Se precisaba ser de ascendencia noble y por ello el Consejo de órdenes Militares realizó una investigación sobre su linaje. Se tomó declaración a 148 testigos y fue rechazado al no encontrarse ascendencia noble en su abuela paterna ni en sus abuelos maternos. En estas circunstancias solo la dispensa del Papa podía lograr que Velázquez fuese admitido en al Orden, y fue gracias a la dispensa papal que consiguió pertenecer a la orden de Santiago el 28 de noviembre de 1659.
En 1660 el rey y la corte acompañaron a la infanta María Teresa a la frontera francesa donde se encontró con su nuevo esposo Luis XIV. Velázquez como aposentador real se encargó de preparar el alojamiento del séquito y de decorar el pabellón donde se produjo el encuentro. El trabajo debió ser agotador a la vuelta enfermó de viruela. Murió en Madrid el 6 de agosto de 1660. Fue enterrado al día siguiente con todos los honores de la Orden de Santiago en la iglesia de San Juan Bautista. Su mujer, Juana Pacheco, murió siete días después.
Además de los escritos de Francisco Pacheco sobre su juventud y de la biografía de Palomino, prácticamente contemporánea, se dispone de muchos documentos administrativos sobre acontecimientos que le sucedieron. Sin embargo nada se sabe de sus cartas, escritos personales, amistades o vida privada, que permitirían indagar en su vida, su trabajo y su pensamiento. Lo cual hace difícil la comprensión de la personalidad del artista.
Si se conocen sus intereses en libros. Su biblioteca, muy numerosa para la época, estaba formada por 154 ejemplares sobre matemáticas, geometría, geografía, mecánica, anatomía, arquitectura y teoría del arte. Recientemente varios estudiosos a traves de estos libros han intentado acercarse a la compresión de su personalidad.

1635-Felipe IV, cazador

Velázquez hasta los Borrachos pintaba sus personajes con contornos precisos y destacándolos claramente de los fondos, sus pinceladas eran ópacas y empastadas.
En su primer viaje a Italia realizó una radical transformación de su estilo. En este viaje el pintor ensayó nuevas técnicas buscando la luminosidad. Velázquez, que había ido desarrollando su técnica en los años anteriores, concluyó esta transformación a mediados de 1630 donde se considera que encontró su lenguaje pictórico mediante una combinación de pincelas sueltas de colores transparentes y toques precisos de pigmento para resaltar los detalles.

1635-Francisco de Quevedo

A partir de la Fragua de Vulcano, pintada en Italia, la preparación de los cuadros cambió y se mantuvo el resto de su vida. Se componía básicamente de blanco de plomo aplicado con espátula, que formaba un fondo de gran luminosidad complementada con pinceladas cada vez más transparentes. En la rendición de Breda y en el retrato ecuestre de Baltasar Carlos, pintados en la década de 1630, concluyó este cambio. El recurso de fondos claros y capas transparentes de color para crear una gran luminosidad eran frecuentes en pintores flamencos e italianos, pero Velázquez desarrolló esta técnica hasta extremos nunca vistos.
Esta evolución se produjo debido al conocimiento de la obra de otros artistas, especialmente la colección real y los cuadros que estudió en Italia. También por su relación directa con otros pintores, Rubens en su visita a Madrid y los que conoció en su primer viaje a Italia. Velázquez, por tanto, no hacía como los otros pintores que había en España que pintaban superponiendo capas de color. Él desarrolló su propio estilo de pinceladas diluidas y toques rápidos y precisos en los detalles. Estos pequeños detalles tenían mucha importancia en la composición. La evolución de su pintura prosiguió hacia una mayor simplificación y rápidez de ejecución. Su técnica, con el paso del tiempo, se volvió más precisa y esquemática. Fue el resultado de un amplio proceso de maduración interior.

1635-Las lanzas

El pintor no tenía la composición totalmente definida al principio, más bien prefería ajustarla según iba progresando el cuadro introduciendo modificaciones que mejorasen el resultado. No hacía dibujos preparatorios, simplemente hacía un bosquejo de las lineas generales de la composición. En muchas de sus obras sus célebres corecciones se aprecian a simple vista. Los contornos de las figuras se van superponiendo en el cuadro según modificada su posición, añadía o eliminaba elementos. A simple vista se pueden observar muchos de estos ajustes: modificaciones en la posición de las manos, de las mangas, en los cuellos, en los vestidos. Otra costumbre suya era retocar sus obras después de concluidas, en algunos casos estos retoques se produjeron mucho tiempo después.
La paleta de colores que empleaba era muy reducida utilizando en toda su vida los mismos pigmentos. Lo que varió con el tiempo es la forma de mezclarlos y aplicarlos.
El grado de acabado es otra parte fundamental de su arte y depende del tema. Las figuras son siempre la parte más elaborada, en el caso de la famila real están mucho más trabajadas que en los bufones donde se tomó las mayores libertades técnicas. En cuadros como la encajera la zona abocetada con amplias pinceladas ocupa gran parte del cuadro. A lo largo de su vida, en muchos retratos y otras composiciones mitológicas, religiosas o históricas aparecen estas zonas esbozadas. Para López Rey es claro que estas partes abocetadas tienen una intensidad expresiva intrínseca estando bien integradas en la composición del cuadro y puede considerarse parte del arte de Velázquez.

1635-San Antonio Abad

El reconcimiento de Velázquez como gran maestro es bastante tardío. Prácticamente hasta el principio del siglo XIX no aparece su nombre entre los artista considerados mayores.
La obra de Velázquez comenzó a ser conocida cuando los viajeros extranjeros que visitaban España pudieron contemplarla en el Museo del Prado que comenzó a mostrar las colecciones reales en 1819. Antes solo los que disponían de un premiso especial podían contemplar su obra en los palacios reales.
El reconocimeento de pintores y críticos fue creciendo. El estudio sobre el pintor de Stirling Maxwell, publicado en Londres en 1855 y traducido al francés en 1865, ayudó en el redescubrimiento del artista, se trataba del primer estudio moderno sobre la vida y obra del pintor. La revisión de la importancia de Velázquez concidió con un cambio de sensibilidad artística.
Cuando Manet realizó su famoso viaje de estudio a Madrid en 1865, la fama del pintor ya estaba establecida, pero nadie se sintió tan maravillado y fue el que más hizo por la comprensión y valoración de su arte. Lo calificó como el pintor de pintores y el más grande pintor que jamás ha existido.

1636-Juan Martínez Montañés

Por tanto el surgimiento de Velázquez como pintor universal se produjo hacia 1850. En la segunda parte del siglo fue considerado como el realista supremo y el padre del arte moderno.
A finales de siglo se añadió la interpretación de Velázquez como un pintor protoimpresionista. Stevenson en 1899 estudió sus cuadros con mirada de pintor y encontró numerosa conexiones entre la técnica de Velázquez y los impresionistas franceses.
Ortega y Gasset situó el momento de máxima fama de Velázquez entre 1880 1920, coincidiendo con el tiempo de los impresionistas franceses.
Luego aconteció lo inverso, hacia 1920 el impresionismo y sus ideas estéticas declinaron y con él la consideración de Velázquez. Según Ortega comenzó un periodo que llamó de invisibilidad de Velázquez.

1640-Esopo

Las obras conservadas del pintor se estiman entre ciento veinte y ciento veinticinco lienzos, cantidad reducida dados los cuarenta años de dedicación pictórica. Si se añaden las obras que se tienen referencia pero que se han perdido debió pintar sobre ciento sesenta cuadros. En los veinte primeros años de actividad pintó sobre ciento veinte a razón de seis al año, mientras que en sus últimos veinte años solo pintó sobre cuarenta cuadros a razón de dos anuales. Palomino explicó que esta reducción se produjo porque las múltiples actividades de la corte le quitaban mucho tiempo.
El primer catálogo sobre la obra de Velázquez lo realizó Stirling-Maxwell en 1848 e incluía 226 cuadros. Los sucesivos catálogos de otros autores han ido reduciendo el número de cuadros auténticos hasta llegar a la cifra actual de 120-125. De los catálogos actuales, el más utilizado es el de López Rey publicado en 1963 y revisado en 1979, en el primero incluía ciento veinte obras y en la revisión eran ciento veintitrés.
Actualmente el Museo del Prado tiene unas cincuenta obras del pintor, la parte fundamental de la colección real, mientras que en otros lugares y museos de Madrid se encuentran otras diez obras.

1640-La costurera

En el Kunsthistorisches Museum de Viena se pueden admirar diez cuadros, entre ellos cinco retratos de la última década. Estos cuadros, la mayoría retratos de la infanta Margarita, eran enviados a la corte imperial de Viena para que su primo el emperador Leopoldo que se había prometido con ella en su nacimiento pudiese observar su crecimiento.
En Gran Bretaña hay una veintena de cuadros y ya en vida de Velázquez había afición por coleccionar su pintura. Es donde tienen más obras del periodo sevillano y la única Venus de Velázquez que ha sobrevivido. Los bodegones se encuentran en galerias públicas de Londres, Edimburgo y Dublin. La mayor parte de estas obras salieron de España durante la invasión napoleónica.
En Estados Unidos se encuentra otra veintena de obras, de los que la mitad se encuentran en museos de Nueva York.

1640-Marte


1640-Menipo


1641-Don Baltasar Carlos


1642-El niño de Vallecas Francisco Lezcano


1643-Autorretrato


1644-El bufon Don Sebastián de Morra


1649-La Venus del Espejo


1650-El barbero del Papa


1650-Enano con perro


1650-Inocencio X


1650-Juan de Pareja


1656-Las Meninas


1657-Las Hilanderas


1659-Mercurio y Argos


1660-La Infanta Doña Margarita de Austria


Más información: Wikipedia

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que bien copias del wikipedia!!!!

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